lunes, 19 de junio de 2017

"Hominem unius libri timeo" (Lic. Gerardo García Helder)




Temo al hombre de un solo libro” (algunos lo atribuyen a santo Tomás de Aquino, otros a san Agustin, otros vaya a saber a quíén…). Puede entenderse en sentido positivo, sobre todo en los tiempos de las famosas disputatio medievales, para decir que es de temer un contrincante que haya entendido bien a un autor o al libro a partir del cual se disputa. O en sentido negativo –así lo tomo yo– como que es peligrosa una persona que ha leído poco o solo a un autor o a varios pero de una misma línea y no se permita confrontar, abrir el juego, para llegar a una síntesis personal…

En ese sentido la Exposición del Libro Católico siempre me pareció una buena oportunidad de que los que a veces nos encasillamos en un tipo de autores o temáticas, tuviéramos la posibilidad de apreciar algo más universal (Katholikos) o al menos saber que hay mucho escrito y publicado más allá de los límites autoimpuestos de modo consciente o inconscientemente. La oferta generosa y múltiple de todo el material publicado en nuestro país (e incluso algunos materiales del extranjero) por editoriales católicas no podía encontrarse así en otros lugares.

Cuando en la década del ’70 di una mano en la biblioteca del histórico Convento “San Carlos” de la ciudad de San Lorenzo me llamaba la atención un espacio en lo alto de la estantería de libros llamado “infiernillo” que contenía bajo llave los libros prohibidos por el Index. No era conveniente que cualquiera los leyera, por eso estaban bajo llave; pero era provechoso que algunos (que no eran hombres de un solo libro) sí los conocieran y estudiaran, por eso estaban… Siempre me interesó escuchar otras voces y descubrir semillas del Verbo incluso donde otros solo distinguían un desierto. Tal vez por eso la Exposición del Libro Católico contó siempre con mi estima.

Y Don Manuel Outeda Blanco merece un párrafo aparte. Siempre valoré su honestidad, aunque no siempre coincidimos en nuestros modos de percibir o entender algunas cosas. Él puede decirte con altura y respeto (siempre llamándote Profesor, Doctor; Hermana o Eminencia, según el caso…) cosas que otros no se animan a decir… Eso lo valoro enormemente. Ojalá hubiera más laicos así en la Iglesia para que se escuchen voces y puntos de vista diversos que siempre enriquecen.

San Agustín se acercó al catolicismos luego de escuchar a unos niños que cantaban “Tolle et lege” (toma y lee) y de atreverse a tomar en sus manos las Sagradas Escrituras venciendo sus prejuicios. Dios nos permita atravesar nuestras propias fronteras, ir más allá de nosotros mismos, para leer a otros autores e interesarnos por nuevos temas. Y que la Exposición del Libro Católico siga ayudándonos a eso.

Espero que cuando haya que escribir por las Bodas de Oro yo pueda todavía hacerlo… ¡Adelante!

Gerardo García Helder

Buenos Aires, 18 de junio de 2017
 

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