jueves, 8 de febrero de 2024

Los caminos del Señor: de viajar en tren a la Exposición del Libro Católico (por Ing. Civil Fabián Cinalli)

Conocí al señor Manuel Outeda Blanco viajando en tren, en el ramal José León Suárez del FCGBM. Destacaba por su  figura y vestimenta, iba de traje, muy formal, con corbata, sobresaliendo del resto del pasaje que vestía con ropa de calle. Un enorme portafolio de cuero marrón, lleno de libros y revistas estaba en el suelo entre sus piernas. Me acompañaban dos entrañables amigos, frecuentes compañeros de viaje hacia el trabajo. Fueron ellos quienes me lo presentaron.

Fuimos hasta Retiro charlando, sobre distintos temas hasta que Manuel observó que llevaba un libro en la mano. El trayecto entre Malaver y Retiro dura aproximadamente unos 55 minutos, a veces más. A eso hay que añadir el regreso. Diariamente casi dos horas viajando. Un buen libro siempre me ha acompañado en esos viajes, que continúan aún, hasta y desde mi trabajo. Recuerdo que el libro que leía en ese entonces era Un país de JauJa, del Padre Leonardo Castellani, una serie de comentarios del jesuita sobre artículos aparecidos en La Nación (diario). No era el primer libro que leía del sacerdote santafecino. Camperas había sido el primero, varios años atrás. Me había convertido en un empedernido lector de Castellani y de libros que trataran sobre temas catalogados en el rubro “serios”.

En ese viaje comenzamos a hablar de libros, haciendo abstracción de nuestros amigos en común que charlaban de temas baladíes, parados al lado de nuestros asientos, iniciando una amistad de muchos años, a Dios gracias, porque conocí a una excelente persona, con espíritu de trascendencia, emprendedor de obras increíbles, desde celebraciones de Misas en lugares y tiempos incómodos, ediciones varias y de mucha calidad de la revista El buen Libro y la Exposición del Libro Católico. Todo realizado con mucho amor a Dios y a los hombres, que como yo, tratamos de formarnos en la buena lectura.

La empatía fue instantánea: desde ese viaje en tren siempre encontré en Manuel Outeda Blanco un amigo con quien compartir visiones sobre libros, autores y poder comentar aspectos de la realidad y el porvenir a través de una cosmovisión católica, que en estas épocas es muy difícil de encontrar. La religión, la política, la situación social, la defensa de la vida desde la concepción, entre otros temas han forjado una relación entrañable entre nosotros, con criterios compartidos.

La Exposición del Libro Católico, de la cual Manuel es el fundador y presidente desde hace 40 años, es tan sanmartinense como quien esto escribe, nacida en Villa Ballester. Mi familia radicó en estas tierras de Gral San Martín desde hace muchos años. Outeda Blanco realizó la Iº Exposición en el salón de la Municipalidad de mi distrito. Desde ese momento se extendió durante décadas gracias al tesón y dedicación de quienes trabajaron en ello.

Hace ya un tiempo fui a la Casa de la Empleada para ver la muestra y tratar de adquirir esos libros que ya no se consiguen en las estanterías de la mayoría de las librerías. Quería comprar los libros de Monseñor De Segur sobre la masonería, que había leído tiempo atrás, y que al prestarle a algún amigo o conocido que no recuerdo quien es, jamás volvieron a los estantes de las bibliotecas de mi casa, como lamentablemente suele pasar con frecuencia. Los libros de monseñor de De Segur no se consiguen más, me dijo Manual al consultarle. Una pena francamente, una verdadera decepción, entendible en estos tiempos nihilistas y de vaciamiento de la fe.

Pero como siempre pasa cuando se visitan lugares especializados y bien preparados, recorriendo las bibliotecas encontré muchos libros importantes y muy interesantes. Me retiré con una bolsa llena de buenos libros que había adquirido: Alfredo Sanz, Castellani, Chesterton, Pieper, Sheen, del doctor Angélico, de santos, entre otros.

En la última visita a la exposición, había comprado algunos libros hasta agotar el dinero de mi billetera. Antes de irme vi expuesto un libro que quería con todas mis ganas: Para salvarte, del jesuita Padre Jorge Loring. Ya no tenía nada en la billetera para comprarlo: me ofreció generosamente Outeda llevarlo y pagarlo después, cuando pudiera. De más está decir que lo aboné al otro día, sin demora.

La Exposición del Libro Católico hace una gran obra de Dios, promociona la lectura de buenos libros, que forman personas de bien, fomenta la escritura de textos entre escritores católicos en competencias literarias y rescata escritores magníficos que esta sociedad del siglo XX han olvidado lamentablemente: en especial Leonardo Castellani y Gustavo Martínez Zuviría. Siempre estaré agradecido por ello. Y la valoro aún más por el sacrificio, dedicación, empeño y dificultades que Manuel ha tenido que afrontar tantos años para mantenerla abierta.

 Ing. Civil Fabián Cinalli

No hay comentarios.:

Publicar un comentario