La
celebración de los cuarenta años de la Exposición del Libro
Católico es también la de la siembra bien hecha; siembra de
doctrina, de valores, de fe y de iluminada esperanza basada en el
conocimiento.
Entre
las muchas actividades y capítulos que alentaron el Dr. Manuel
Outeda Blanco y la institución toda, presidida por él, cabe
ponderar la propuesta del Certamen Literario Católico Nacional
“Antonio Quarracino” que, desde hace veintitrés años, convoca y
estimula a competir a jóvenes de los dos últimos años del ciclo
secundario y de segundo y tercero del polimodal. El tema del escrito
que concursa gira siempre en torno al tesoro de buen libro y del
Libro de los libros, y debe concordar con las orientaciones del
Magisterio de la Iglesia Católica.
Alumnos premiados en el XXII Certamen Literario Católico Nacional "Cardenal Antonio Quarracino" 2016 |
Desde
sus comienzos me ha tocado el honor y el júbilo de formar parte del
jurado de selección de los premios de este certamen, junto a la
licenciada María Luisa Olsen de Serrano Redonnet y al Dr. Jorge
Ferro. Cuando partió esa gran maestra de la Literatura que fue María
Luisa, continuamos con Jorge Ferro y con la profesora Susana Marta
Campos. Ya amigos en las conversaciones de evaluación, en la mirada
detallista y el alborozo frente a los textos de los jóvenes,
disfrutamos año a año el diálogo sobre las ocurrencias y talentos
de los alumnos.
En
el concurso literario existe un juego de compensaciones entre el
tedio de las abundantes lecturas selectivas y ese juego de muñecas
rusas que es meter el alma propia en otra alma consonante que nos
confía su escrito y a la vez se ha nutrido en las intuiciones de
valiosos autores. Si bien la mayor parte de las monografías son
ensayos, aparecen aquí y allá poesías o cuentos de precoces
autores. En esos géneros, los adolescentes se animan a la esperanza
de vencer la página en blanco, de recrear su mundo interior, y el
mundo de afuera, y ese otro, el prometido. ¡Alegría de ver cómo,
mediante la lectura intensa y el oficio de la palabra, se modelan
esos espíritus adolescentes, que suelen ser convulsos! El magma de
emociones, de contradicciones y la inseguridad se encauzan en la
postulación y afirmación de valores! Desde el silencio necesario,
perseverante, de la escritura -- tan raro en nuestros días--
sacralizan lo cotidiano y se comprometen con lo trascendente. En el
generalizado panorama de una ética coloidal, bien, verdad, y belleza
pasan a ser conducto y meta.
Otra
compensación gozosa se da en la evidencia de la buena pedagogía de
muchos profesores de Literatura y Catequesis que capacitan a los
alumnos partícipes. Se percibe esta formación en las
fundamentaciones de las consignas prefijadas, en la progresión
temática, en la coherencia y el cuidado idiomático de los escritos.
Muchas veces sorprende la calidad de los textos. Detrás de estos
ensayos se descubre el aliento de familiares y educadores que
conducen la propensión juvenil a la creatividad, la pasión y el
idealismo, por el camino del estudio, de la fe y de la literatura.
El
Papa Juan Pablo II, en su mensaje del 24 de enero de 2004, cita al
evangelista Mateo, cuando expresa que “de la abundancia del corazón
habla la boca” y agrega que “La estatura moral de las personas
crece o disminuye según las palabras que pronuncian y los mensajes
que eligen oír”.
La
exposición del Libro Católico y el certamen literario han encarnado
este mensaje y prestigian la dimensión moral del empleo de la
palabra que hace a nuestra ética de la libertad y de la
responsabilidad.
Prof.
María Elena Vigliani de La Rosa
Jurado
del Certamen Literario Católico Nacional
“Cardenal Antonio
Quarracino”
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