LAS BODAS DE RUBÍ DE LA EXPOSICIÓN
Por Pedro Luis Barcia
La
Exposición del Libro Católico cumple sus primeros 40 años: las bodas
de rubí, entre las argentinas y las áureas. En la simbología popular, el rubí
es la piedra que protege contra la
desgracia y da salud: la Exposición está
más vital que nunca; es signo del éxito,
y esta feria libraría ha ido creciendo en excelentes resultados vitalizándose
con los años, y, finalmente, es cifra de
amistad, y la mano abierta de este encuentro ratifica la callida iunctura de los hombres y los libros.
Recuerdo mis años de adolescencia en la
Acción Católica. Cumplíamos tres funciones:
verdadera acción social (ayudábamos a construir
ranchos en Barrio Franco, jugábamos al futbol los domingos con los presos,
y llevábamos aportes los sábados al
Asilo de Ancianos), leíamos libros seleccionados y discutíamos largamente sobre
lo leído, en reuniones y en campamentos. En una de las lecturas recomendadas, un libro de Thiamer Thot, leí por vez primera la frase “el apostolado
del libro”. Pero hallé plena semántica para ella cuando conocí la Exposición del Libro Católico en Buenos Aires. Es una
ocasión en que cada visitante, si agudiza el oído, puede escuchar la voz
insinuante y cantarina que le reitera: “Tolle, lege”, como en el bosque oyera
san Agustín y fuera el estribo de su conversión.
Los edificios tienen atlantes que le
sostienen los arcos y artesonados, la Exposición lo tiene a Manuel Outeda
Blanco y a su aguerrido equipo que han sido, muchas veces en soledad, la única fuerza animadora de esta larga vida.
Lucharon no solo contra viento y marea, que es buena pelea, sino contra la
indiferencia y el silencio de muchos clérigos y clericalla locales, que es
desgraciada labor. En tanto llegaban las
notas gratulatorias del cardenal Poupard y de
los Pontífices, ellos siguieron, como en un gran mecano, año a año construyendo
y desconstruyendo este hogar vivo que alberga a más de 10.000 volúmenes en
oferta generosa y única en nuestro
país y en los vecinos. El querible,
chacotón y sabio cardenal Antonio Quarracino, supo insuflarle ánimo y
trascendencia a la tarea apostolar de Manuel y su compaña. Luego, por acción de
Monseñor Aguer, la Exposición se expandió en
edición platense, que ha continuado fructuosa con los años.
En mis viajes por Europa, me dediqué a
recoger cuadros de Vírgenes con libro (y no rollos, que no encontré ninguna),
hasta llegar a las sesenta reproducciones del arte de todas las épocas. Era una
manera de decirnos “No estábamos desacertados, pese al anacronismo”. Debería editar
un libro con ese material, en homenaje a esta labor impar que se nos regala
anualmente.
El Dr. Pedro Luis Barcia junto al Arzobispo de La Plata, S.E.R. Mons. Héctor Aguer en la III Exposición del Libro Católico en La Plata(Centro Cultural Pasaje Dardo Rocha, año 2001) |
El Dr. Pedro Luis Barcia en el acto inaugural de la XV Exposición del Libro Católico (Casa de la Empleada -Obra de Mons. Miguel de Andrea-, año 2003) |
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